NADA TENGO QUE VER CON LA TELENOVELA

Perdón si caíste en mi blog por la telenovela LA MALPARIDA. El nombre de este sitio lo escogí años antes y así se seguirá llamando. Disculpa las molestias.

miércoles, 2 de junio de 2021

Intuición

Lo sé… porque lo siento, aquí, muy dentro.

Abro los ojos y en automático tomo el celular.  Mi dedo se pasea entre varias redes sociales, siempre leyendo algo, o viendo videos en silencio. El letargo es tal que cuando caigo en cuenta, llevo una hora así, sin haberme parado al baño, hecha bolita en la cama, con los ojos abiertos pero sin despertar. Intento escuchar los mensajes de voz de Whatsapp, pero me cuesta seguir la charla.

Hoy es el día 440 desde que dejé la oficina para trabajar en casa por la pandemia. Me han dicho ya que borre ese conteo, pero me aferro a él como preso que marca en la pared los días que lleva en su celda, y vamos, que mi cuarto no es cárcel, pero se extrañan las nubes, el camino y el regreso, la plática en la fila del café, las miradas en el espejo del baño. Soy ese GIF que va de su escritorio a la cama, de la cama al teclado y así, sin fin.

Cuando pasas todo el día con mucha gente, pareciera que los oyes cuando vuelves a casa, pero ahora, con esto, el silencio es tal que se comparte con una canción en la cabeza, tu voz y alguna cara poco familiar en el Zoom. Del escritorio me paso a la sala y me forzo a ver una serie para terminar el día. Sobreestimulados por la pantalla pero apartados de todo. Soy testigo de los que la están pasando mal con su pareja o quienes comienzan a cuestionarse el verdadero significado de la maternidad e intento estar ahí, aún sin comprender. Hay quien encuentra consuelo en el mal de muchos, pero no me incluyo. Han caído súper mamás y almas gemelas por igual, grandes mentes y gente buena y no hablo de enfermar y morir, sino de vivir porque sí. Los solitarios comenzamos a escuchar nuestros pensamientos y todo pareciera más intenso cuando sucede de vuelta, después de mucho tiempo: un cielo azul, un roce en el súper, el tráfico, tres personas son multitud.

Poco antes de la pandemia, comencé a aprender un nuevo idioma sólo para tener la cabeza ocupada y mantener a raya las mil y un tonterías en las que suelo pensar durante el día. Cada fin de semana me digo “ya déjalo” y avanzo, pero no paro de compararme con otros y esa voz no me halaga. Mi Pepito Grillo no me deja en paz. Le doy la espalda a la meditación, a los libros de superación personal y a las apps para dormir. Envidio en secreto a todos esos que creen igual en un gurú que en un jugo en ayunas para la solución de sus males. 

He perdido el hábito de leer un libro al mes y cuando alguno me llega a atrapar, se enciende una chispa inmensa  en mi pecho que de tan intensa, dura muy poco. Ey tú ¿qué pasa? ¿qué queremos? Ya no tengo idea.

En la tendencia de guardar frases que nos lleguen, leo por ahí que la entraña no miente. La razón puede nublarse, el corazón romperse, pero, la intuición, esa no falla. Y la intuición, cual Paquita la del Barrio, parece cantarme enfurecida aquello de ¿me estás oyendo inútil?

Al fin me escucho, pero falta que me haga caso.