NADA TENGO QUE VER CON LA TELENOVELA

Perdón si caíste en mi blog por la telenovela LA MALPARIDA. El nombre de este sitio lo escogí años antes y así se seguirá llamando. Disculpa las molestias.

miércoles, 21 de octubre de 2020

Yo, la neurodiversa

 Hola soy Eudiza y tengo hemiparesia. La primera entrada de este blog habla un poco de mi padecimiento, ese que es consecuencia de la falta de oxígeno al nacer, de un mal parto. La pueden leer dando clic aquí.

En esta era de lo políticamente correcto, de las redes sociales como arma, de las madres que le confían al psicólogo, la miss y el iPad lo que se corregía con lo que estaba a la punta de sus pies (la chancla, por supuesto), nuestra percepción de las personas con algún padecimiento neuronal es aterradora ¿y por qué? Porque tememos que lo que decimos y sobretodo, cómo lo decimos, esté mal. Seguro por aquí cometeré muchos errores de palabras, pero jamás me han gustado los eufemismos disfrazados de cortesía.

A partir de este año en el trabajo, formo parte del equipo a cargo de la difusión de todo lo relacionado a Diversidad e Inclusión. Desde hacer conscientes a mis compañeros de otros países que el tema en México va más allá de los güeros sobre los prietos, sino también de nepotismo vs meritocracia, de acceso a buenas oportunidades laborales a pesar de tu bagaje, de xenofobia en altas jerarquías o de machismo sin ton ni son, hasta estar aquí hablando de mí y mi neurodiversidad.

Recién fueron el Día Mundial de la Salud Mental y el Día de la Parálisis Cerebral y es impresionante cuán poco sabemos lidiar con la depresión y la ansiedad, cuán confundidos estamos entre un berrinche y un trastorno, cuánto nos negamos a acudir a un doctor porque algo no está bien... y cuánto etiquetamos y hacemos menos a quienes tienen algún padecimiento severo.

Para quien no me conoce, ¿cómo le cuento sobre mi trabajo? Soy parte del equipo detrás de las campañas en redes sociales de una de las cuentas de lujo de la agencia, pero también quien los entera de las tendencias, comparte estudios, le encuentra el "insight" a las conversaciones y les recuerda sus webinars. Y para quien me pregunta si me lastimé o si tuve un accidente la primera vez que me ve caminar, aquí voy: Camino mal y soy zurda consecuencia de mi parálisis cerebral parcial, conocida como hemiparesia. Hablo desde los 9 meses pero caminé tarde. Usé zapatos especiales y férulas, estudié mecanografía forzada a no atrofiar mi mano derecha y no entiendo las bromas.

Soy hija de una mujer muy blanca y un padre moreno. Soy rubia de ojos grises, mi hermana tiene cabello y ojos oscuros. Adivinen quién era la consentida en casa de mis abuelos paternos, ajá, sí, yo, por güerita. Cuando era niña, solía explicar mi discapacidad diciendo que tenía "apachurrado" un lado del cerebro, y es que, cuando tienes hiperosmia y misofonía consecuencia de ello, preguntas y aprendes a defenderte del "niña malcriada" y el "qué grosera chamaca" buscando que entiendan que hueles demasiado y no soportas los chiflidos, y el "mamá ese señor se echó un pedo" da lugar a "esta niña no tiene filtros". Mi jefa hasta el día de hoy dice algo del estilo para disipar la ira de los clientes cuando soy muy frontal. 

Crecer en un pueblo de 10,000 habitantes me permitió vivir una infancia sacada de libro de Gabriel García Márquez, digamos que viví en Macondo en una casa llena de realismo mágico, bisabuelo con puro en  mecedora y tomando café incluído. Las rehabilitaciones y tratamientos eran tarea de mis abuelos, cuando venía de vacaciones "a la capital".  En la escuela, a pesar de siempre estar en el cuadro de honor por mis calificaciones, fui una niña a la que llamaron "Pata Coja", "Cheetara" (sí, la de los Thundercats que corre rapídisimo justo porque no puedo) y "Robocop" (por mi zapato ortopédico). Tampoco era la favorita de los profesores, siempre retándolos a dar más, a no ser injustos con los débiles y poner el ejemplo sabiendo más que yo. Estuve en la escolta, pero atrás, por pequeña. Desfilar me gustaba, pero a falta de juegos que implicaran correr o una bicicleta, tenía mis libros, sigo rodeada de ellos.  El "tú no juegas porque te caes y siempre pierdes" me llevó a la pradera de Heidi y a querer ser Jo en Mujercitas.

En 1991, un accidente de auto disolvió a mi familia y terminé viviendo en Ciudad de México, mi sueño, el que creí que tendría sí o sí entrando a la universidad. Perdí a mi papá, de quien nos separamos y perdí en vida a mi abuela, quien jamás volvió a ser la misma. De tajo me quedé sin dos de mis más grandes motores, sin quien me dijera que a pesar de mis limitaciones físicas y neurológicas era su amor y una "chingona" y sin quien me consentía en todo, desde llevarme al cine hasta programar las operaciones para alargar mi tendón de Aquiles.

Gracias a una beca, pude estudiar en una universidad de mucho prestigio, pero fui discriminada por no tener una computadora, una casa en la playa o guardaespaldas, bueno hasta por tener novio, porque me veían como "arribista". Ser coja era el menor de mis males porque era "la becada". Mi mamá hacía lo que podía para que tuviera dinero para el transporte, pero era la chica que se comía la canasta del pan cuando las tareas se hacían en un restaurante. Era difícil ver que mis compañeros pasaban en sus autos con o sin chofer rumbo a la clase de 7AM y hacían como que no me veían (o mejor aún, me sonrieran pero no se detuvieran) mientras esperaba el autobús, que haría mucho más tiempo, en el que iría tal vez colgando de la puerta, y después caminaría por unos 30 minutos para llegar a mi salón de clases. Misma historia de regreso saliendo tarde de los laboratorios de radio y TV, con muchos pasando a una cuadra de casa harto antes de que pudiera hacerlo yo. 

Después de graduarme, tuve malos trabajos, jefes inadecuados y le di al traste a mi carrera profesional por años aceptando lo que hubiera. No tener conexiones en México equivale a no tener nada, no importa cuán brillante sea el papel couché de tu mención honorífica (hubo quien me dijo que sólo serviría para limpiarme el culo, aún no lo he hecho y está bien metida, pero en un Atlas, a buen resguardo) . No ser "hijo de" sigue pesando, más en ciertas industrias que otras. De esto hace más de 20 años, en donde no teníamos LinkedIn, apenas comenzaban los mails y no había programas de entrenamiento más que el de Procter & Gamble, examen al que no tuve acceso hasta años después y que de todas maneras no pasé por las matemáticas ¿recuerdan que es el lado del cerebro que tengo apachurrado? 

Cuando en una editorial muy prestigiosa me dijeron en la tercera entrevista "¿Y a quién vamos a cuidar si viene Stephen Hawking? ¿a él o a tí?" lloré como nunca. Faltaban más golpes a lo largo de los años, con uno de ellos documentado acá, por si lo quieren leer. No confiaba en mí, pero no podía rendirme. Encontré a mi hada madrina, alguien que creyó en mí y dejó que mi trabajo y esfuerzo hablaran por sí solos. ¿Que si cojea? Ponla más cerca de la salida de emergencia ¿Que si tiene problemas de conducta? Hablémoslo. 

En cuanto al amor, alguna vez intenté conocer gente por Internet, harto antes del Tinder. En una cita para café, uno de ellos, muy guapo por cierto, me dijo "No deberías mentir en tus fotos" señalando hacia mi pierna. Un poco más acá, un "te apesta la boca" y un "yo no ando con obesas" de alguien que me conoce de siempre lo acabó todo. En palabras de una compañera de prepa "es que los espantas Eudi". Dejen, por favor, de hacer menos a una mujer por no tener pareja o hijos. Cada que escucho un "Es que si tuvieras hijos me entenderías" esta burra se vuelve más arisca.

Así que ¿vieron la película de Coco? Hay un personaje, Chicharrón, que se disuelve en polvo dorado tan pronto como nadie lo recuerda. Sobra decir que dejé el alveolo en la butaca, harto moco salió de mi ser, mucho más que con Mamá Coco cantando "Recuérdame" con Miguel. Me aterroriza pensar que algún día podría ser Chicharrón y que, cuando muera, no habrá camino de cempasúchil para mí porque nadie me recordará. Así que... ¿cuál es mi meta en la vida? Vivirla como algo digno de escribirse... y de leerse. 

¿Qué vamos a dejar? ¿Cuál será nuestra GRAN contribución? ¿Qué dirán de nosotros quienes nos conocieron trabajando cuando nos retiremos a una hamaca, cual Chicharrón? Cada día es una oportunidad de construir legado. La inmortalidad no es para los huevones.

¿Cómo estoy viviendo en estos tiempos de pandemia? Aprendo un nuevo idioma, un nuevo alfabeto, pego diamantitos que forman un cuadro, trabajo. Ansío volver a viajar más que nada en el mundo ¡me queda tanto por recorrer! No tengo hijos ni podré tenerlos, así que seguiré siendo tía Eudi, la de la "Aleta Feliz" como Nemo, la que manda regalos de cumple pero se disculpa con los papás de no ir a las fiestas, esa a la que le preguntan ¿y ahora a dónde te vas a ir? y detesta que le escriban cosas debajo de sus fotos de viaje del tipo "cómo sufres" ¿por qué hacen eso? No entiendo. Sé que tengo que trabajar en ello, pero... no lo proceso, en fin. Sí, esa soy yo, la neurodiversa.

Así que... si ya llegaste acá y quieres la moraleja de mis párrafos de tragicomedia aquí está: 

Si tienes hijos, te pido que los críes como personas de bien, que escuches siempre lo que tienen que decir, que no los conviertas en buleadores que le dicen a una niña "tarada" o "inválida" sólo porque tú hablas así en casa de las personas con discapacidad. Que si está en tu posición contratar personas, abras bien los ojos a todos los candidatos y que siempre pueda más el talento que hacerle el favor a tu primo. Que, la próxima vez que le preguntes a alguien ¿cómo estás? te intereses realmente por conocer la respuesta y aprendas de ello y si no te importa saberlo, de verdad, no lo digas. Sé único, sé honesto contigo mismo antes que nadie y recuerda que el respeto se gana, así  que ¿qué has hecho hoy, más allá de tu posición, para ganarte el respeto de los demás?

Respeto.