
Y sin miedos... Reforma no tenía el flujo de autos habitual pero en sus artísticas sillas albergaba familias, parejas, a uno que otro solitario y a mí.
Los cuadros azules que ocultaban nuestro rostro se olvidaron. Y la calle lucía rara, pero llena. Domingo extraño, pero bueno al fin y al cabo.
Lo pensaré mañana.
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